“Tengo un montón de cosas que hacer” Te has escuchado decir eso? Nos apuntamos muchas cosas, valiosas o no, en la agenda del día. Y vamos por la vida, ajetreados por completarlas. Al final del día, muchos nos volteamos a ver, con la mitad de ellas inconclusas. Por qué? Cuál fue la urgencia en primer lugar?
Es cierto, hay que vivir los días como si fueran el último, hay que llenarnos de motivos y momentos que hagan que cada día haya valido la pena.
Justamente en la parte en la que hablamos del valor de lo que hacemos, es en donde radica la diferencia entre estar simplemente ocupados, o ser realmente productivos.
Tener muchas cosas que hacer no nos hace efectivos. Una agenda llena de tareas sin utilidad, sólo entorpecen nuestro progreso, hacia lo que sea que estemos intentando conseguir durante el día.
Ojo que no estoy ponderando actividades, cada quien tiene un propósito y de ello depende la razón y la importancia de sus acciones. Lo que para mi puede representar una dinámica de relajación o de distracción, para otros puede ser una labor de concentración o refuerzo.
A veces podemos perdernos entre actividades principales y actividades complementarias, o evasivas. Como las que se producen de procrastinar (considerando la procrastinación como una reacción emocional evasiva a una actividad que nos incomoda). Hay tareas que desprenden de las principales, que si bien pulen detalles, no proporcionan valor en sí mismas.
Sentir que se nos acaba el día, la mañana, la vida, y que no llegamos a ningún lado, puede ser resultado de una agenda mucho más dispersa de lo que somos conscientes. También puede resultar de una rutina desordenada, lo cual no se percibe desde una agenda o un plan por escrito de acción, sino desde un comportamiento real.
Una actitud pesimista, renuente a la evaluación, al cambio, a retroalimentación y la mejora, limita considerablemente nuestro campo de visión, nuestra habilidad para detectar y aprovechar oportunidades, nuestra capacidad de reacción y adaptación, e irremediablemente debilita nuestra persepción y objetividad.
Tener cosas que hacer parte de la intención de hacerlas, y no sólamente de la costumbre. A lo largo de la vida tenemos que ir ponderando y delegando actividades que ya no son útiles o nutritivas para nuestros proyectos de vida. No todas tienen que ser desplazadas, pero muchas tendrán que evolucionar.
Hay estudios que demuestran que el mayor valor obtenido de una tarea resulta del 20% del esfuerzo invertido en ella. Recuerdas aquello de las actividades complementarias o actividades evasivas e involuntarias?
Más de una vez me he topado con doctores que dicen “usted debe hacer por lo menos una hora de ejercicio”. Lo que yo refuto de esta asignación es la ambigüedad de su objetivo, de su valor. Han ido al gimnasio en horas pico? Una hora de ejercicio puede ser poco o nada de esfuerzo. Pero puedes tener una rutina con mayor quema calórica en menos tiempo, manipulando la resistencia. Cuál es el resultado esperado de la actividad en cuestión?
“Hacer una hora de ejercicio” al igual que beber dos litros de agua, meditar 45 minutos, masticar al menos 30 veces, durar 2 minutos en el cepillado dental, y podría continuar, nos llenan de cosas que hacer, en cantidad, pero no en calidad.
Si te has visto abrumado entre cosas que hacer, ahogado entre pendientes, perdido entre agendas de 32hrs al día. Si te han caido algunos veintes de este texto, aquí te van mis top tres sugerencias para tus primeros minutos del día, esos cuando quizá siquiera has abierto bien tus ojos, listo!
1. Detente
Pon pausa a tu mente, un instante, un respiro, o varios. Inhala profundo y sostén el aliento. Serena tus pensamientos, como niños en la escuela, alinealos por orden de algo, lo que sea que te represente mayor a menor valor. Listo? exhala.
2. Planea
No tienes que listar cada paso de tu día, sólo los primeros. Planear también invita a descartar, hay algo que desde ya, sepas que no vas a hacer hoy? exhala.
3. Ajusta
Cada tanto en tu día, pero sobre todo cuando comienzas a sentir el nivel de “agua” o la tensión, en el cuello. Así sean apenas las 10am, de nuevo Detente.
Es cierto, el ritmo de vida que nos está tocando vivir, no nos permite relajarnos con tanta facilidad, de verdad vivimos con el síndrome del fin del mundo. Como si fuese nuestro último día de verdad, aunque quieras hacer de todo, no lo malgastes haciendo cosas que no te generen valor.
Aun cuando los compromisos parecen inundarnos. No estoy diciendo que renuncies a tus responsabilidades, pero sí que aprendas a ser selectivo en tus acciones y eficiente en tus decisiones.